"HUMO EN TUS OJOS" CRISTINA PACHECO

lunes, 19 de abril de 2010



Estimada Cristina:


Gracias por estos dos días de conversación que tuvimos en vacaciones, teníamos un buen rato de no tener un tiempo tan completo. Discúlpame, pero en ocasiones me parece poco lo que en la semana escucho de ti.

Fíjate que, llevo un ritmo de vida muy relajado desde hace casi un año, estoy re-encontrándome con mi ciudad y, con la gente que hace mucho no veía. Así como te encontraste ese jardín ya sin mimosas, yo me he encontrado también calles, sin rosas. Lamento que en mi ciudad, no hayan podido rescatar un árbol enorme que habitaba en una avenida principal. Tal vez si hubiera estado Don Ariel, el que enfrento a los que querían derribar el ahuehuete, de la plazuela de San Juan, hubiera sido diferente, pero bueno, tú sabes, la gente del barrio de San Juan, tenía muchos motivos para librar esa batalla.

¿Qué crees? Lo que Estefanía, le contaba a Ana sobre las flores blancas que cortaba en el cerro, me traslado a el tiempo de azucenas en Oaxaca, nunca entendí cuando llegué a ir en mi adolescencia ¿por qué esa tradición? Pero, el hablar del zócalo en esa ciudad, me antojo las guzgueras que venden debajo del mismo. Y los bailes y, los cantos, esos cantos que llamaron la atención de la enfermera. Pienso que después de tanto tiempo de hospital, cuando Águeda, venga por Estefanía, visitaran a sus familiares en Oaxaca, segurito, visitara Santo Domingo, y comerá en el 20 de Noviembre.

¿Sabes qué fue de Ubaldo en Estados Unidos? ¿Seguirá leyendo poesía? Fue un buen hijo, deseo de corazón le esté yendo bien. Creo, que los recuerdos le harán volver algún día, me imagino el gusto, con que visitara al Tata Saulo en su casa. Ja, ja, ja, ja, ja. . . disculpa. . . Me da risa imaginar la cara de un poeta, al enterarse la razón por la que Ubaldo leía poesía. Ja, ja, ja, ja, ja ¿Le comentaste de esto a Don Emilio? ¿Qué cara puso?

Antes que se me olvide, le conté a mis hijos de Julia, ya te imaginaras, hablamos de la decisión de Hilario de irse al otro lado. Ellos recordaron lo que han sido mis viajes a otros países, y el tiempo en que he tenido que dejarlos. Dicen que lo mejor de esos viajes, es cuando regreso. ¿Cómo tomaron los hijos de Hilario su viaje? ¿Qué dijeron en el pueblo cuando volvió?

Me da mucha pena contigo, cuando me contaste de la esposa de Mauro, y de todo lo que tiene que enterarse en su fonda. Me cayó el veinte, he estado muy poco interesado en las historias de desempleo que hay en el país. Que difícil ha de ser estar tanto tiempo sin trabajo, ver como se abultan las cuentas y, no saber de dónde va a salir para pagar. Como le sucedió a Mara, esa que dices, aun espera volver a ser contratada por “Productos Reza”.

Acá entre nos, me molesta saber que Mara y la mujer de Mauro, estén tratando de sacar a la familia adelante, y los conchudos de Julián y Mauro, en lugar de ayudar sean un lastre. Lo peor es que estas historias de desempleo cada vez son más. Aunque, si la esposa de Mauro lo sigue manteniendo. . . que le aplique al holgazán la máxima que dice “el que no trabaje que no coma”

Por otro lado, lo de David y Porfirio, aunque son casos y situaciones diferentes, están igual. Estudiaron, y terminaron trabajando en algo que al final no era lo suyo. Después de tanto trabajo y tanto esfuerzo, tantos sueños y tantas ilusiones; descubrir que no sirvió de nada, que al final no hay lugar para desarrollarse como profesionista. Creo que todo eso influyo para ir tomando esas decisiones, que al final los frustraron más, ya ves…hasta donde llegaron.

En donde si no supe, si fue planeado o solamente coincidió, fue cuando empezaste a contar lo de Ana, Hanna, Anet, Anahí o, como se haya puesto de nombre artístico. Me acababa de servir una copa de tinto, traía un dip de ostiones ahumados, y lo iba a comer con papas fritas ¡me encanta esa carga de calorías! Como ya estaban dormidos todos en casa, dude si terminarme los restos de la botana con que vimos películas. Acertaste, termine con todo. No vaya a ser.

Desde que me hablaste de lo solas que quedaron las hijas de Rutila, esa que vendía ropa de segunda para mantenerlas. Me pregunto cuando veo alguna azotea del centro de mi ciudad ¿Cuántas niñitas más estarán viviendo esa soledad sin que nadie haga algo por ellas? Sí, tienes razón, cuando tú me dices, tienes “Humo en tus ojos” Me imagino que por eso no veía antes estas historias.

Hace unos días, al pasar por una vieja vecindad, me acorde de Mini. Pobre vieja, tan sola, espero que por lo menos el nieto le envíe ocasionalmente algo de papel, si no, como va a seguir dando señales de vida, mientras espera se acuerden de ella, tan olvidada en ese piso alto.

Hablando de olvidos, de ausencias olvidadas. Me encantaría que algunas mujeres, supieran olvidar, como le sucedió a la mujer de Mauricio, cuando este se murió.

“Humo en tus ojos” es lo que dices que nos impide ver, todo lo que pasa en la vida de las personas a nuestro alrededor. Y creo que tienes mucha razón.

He pasado un tiempo delicioso, no tengo muchos amigos con quien platicar, aun no me adapto a esta nueva situación que vivo, por eso este momento con tus platicas fue tan especial. En cierta forma, he sido un Adalberto cualquiera, y tú, una Eunice compasiva y solapadora, después de una tormenta.

Oye Cristina, gracias. Que platica, que historias, que momentos tan disfrutables. Por favor, que sea más seguido.



Con admiración.

DANIEL EMILIO PACHECO









“HUMO EN TUS OJOS” Cristina Pacheco. Editorial Planeta.








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